viernes, 14 de diciembre de 2012

Scott Weiland: Que tiempos aquellos

“Greatest Hits Tour 2012” es el nombre de la gira que hacía posible la cuarta visita a Chile del carismático y excéntrico Scott Weiland, donde prometía un show repasando los grandes éxitos de Stone Temple Pilots, Velvet Revolver y su carrera como solista. Para el incombustible músico californiano era la primera presentación en solitario en nuestras tierras y las expectativas no eran menores, con un envidiable catalogo de éxitos, que son el vivo testimonio de fructíferas dos décadas de trayectoria, además del carácter íntimo que propone el Teatro La Cúpula, recinto escogido para albergar la incursión del frontman. Con el recuerdo aún fresco del último concierto de STP en el marco del Maquinaria Festival 2011, en donde muchos criticaron las falencias vocales de Weiland, el icónico cantante volvía  al país para dilucidar cualquier duda respecto a la vigencia de su figura y dejar en claro que sigue siendo uno de los eslabones fundamentales en la historia del rock.

 
Los teloneros y encargados de calentar el ambiente, fueron los nacionales de Prefiero Fernández, una banda relativamente joven, con tal solo seis años de trayectoria y que acaba de editar su tercer álbum de estudio: “Días De Noche”. En un poco menos de 30 minutos, el cuarteto propuso un show atractivo, fundamentado principalmente en un repertorio potente y dinámico, con algunos tintes de hard rock. Siendo las 22:20 hrs. las luces del teatro se apagan, desatando el delirio y la ovación de los casi 1.000 fanáticos que se dieron cita en el recinto del Parque O’Higgins. Los primeros en ingresar son los cuatro músicos que acompañan a Weiland, y acto seguida la delgada figura del vocalista aparece en el escenario, siendo recibido de inmediato por una lluvia de aplausos que se extiende por todo el lugar.

La introducción del show llega de la mano de un jam de apertura, donde cada uno de los músicos despliega sus credenciales y en donde Weiland repite incesantemente la frase “come on everybody”, mientras ofrece curiosos pasos de baile. El vocalista toma el megáfono y comienza a sonar toda la potencia de “Crackerman”, evidenciándose de inmediato una voz débil y gastada, y donde la presencia del megáfono ensucia aun más la interpretación. Comienza a sonar la melodía mucho más lenta y relajada de “Paralysis”, y el público no logra entrar en sintonía con la banda, en base a una actitud principalmente pasiva que hace que el corte pase sin pena ni gloria. Comienzan a sonar los primeros acordes de “Killing Me Sweetly” y el cliché de que somos los mejores fanáticos del mundo enciende el recinto por un par de segundos, energía que rápidamente se diluye para caer presa de un ritmo poco dinámico y donde solo destacan breves atisbos de la exquisita voz del Weiland de los noventa. En “Tumble In The Rough” la batería golpea con fuerza, y en conjunto con potentes secuencias de cuerdas logran inyectar intensidad al ambiente, lo que juega en contra del vocalista, cuya voz no logra sobresalir por sobre los instrumentos, inclusive perdiéndose en algunos pasajes.  
 
El frontman presenta el tema “Mockingbird Girl”, indicando que formó parte de la banda sonora de la película “Tank Girl” (1995), y que fue grabada por otra de sus bandas: The Magnificent Bastards. Por lejos la mejor interpretación en lo que va corrido del evento, con una banda mucho más comprometida con el público, ofreciendo solidas secuencias de guitarra, plagadas de precisos y bien ejecutados licks. Por su parte un energético Weiland se da el lujo de mostrar algo de sus habilidades con el timbal y el theremin.  En “Lounge Fly” la poca fuerza de la voz vuelve a transformarse en el tema pendiente, y el desinhibido baile no basta para capturar la atención de los fanáticos. El público continúa sin salir de su letargo para cuando suena “First Kiss On Mars”, que sin presentar ripios solo logra robar unos tímidos aplausos de parte de la audiencia. El vocalista cita a Frank Sinatra, uno de sus grandes referentes, para hablar de las diferencias de interpretación. El ritmo del bajo marca el comienzo de “Do It For The Kids”, y el show comienza a tomar vuelo, con un puñado de fanáticos saltando al compás de la canción. Uno de los puntos más altos de la velada en lo que ha intensidad se refiere.

“California” ofrece una nueva sesión de improvisación, en donde lo que más llama la atención es el atractivo baile de Scott Weiland, perfectamente adornado por luces azules que caen sobre el escenario. Justo cuando el tema amenaza con caer en pozo de aburrimiento, la fuerza y energía de “Mountain Song”, cover de los angelinos de Jane’s Addiction, irrumpe con mucha propiedad para subir las revoluciones. Siguiendo la línea de las versiones llega el turno de “Can't Stand Me Now”, original de los británicos de The Libertines, en donde las voces se comparten entre el bajista y el vocalista, quedando en evidencia poca química entre ambos, lo que repercute en la calidad de la interpretación, sonando casi como un mal intento de un aficionado al karaoke.  Uno de los puntos más emotivos de la noche lo ofrece la hermosa puesta en escena de “Barbarella”, que se presenta un poco más potente que en su versión original. Weiland no teme interpretar una estrofa a capela, acción que de inmediato se ve recompensada con el apoyo espontáneo del público, que agradece el esfuerzo. La banda se retira del escenario entre los aplausos de los fieles seguidores.

 
El recinto se llena de canticos, silbidos y gritos que piden el retorno del músico al escenario, no tarda en aparecer el clásico “Olé, olé, olé, olé…Weiland, Weiland”, ingrediente suficiente para que los cinco artistas vuelvan para continuar el show. Weiland interpreta su propia versión del tema utilizado para llamarlo, indicando que no se la sabe muy bien, pero que está improvisando. Comienza a sonar toda la potencia de “Vasoline” y las revoluciones se elevan, con un público que se evidencia mucho más entregado que todo el resto de la presentación, saltando y entonando cada una de las líneas del tema. De la mano de los intensos primeros acordes de la guitarra, llega el turno de “Unglued”, manteniendo en alto la participación de los fanáticos. El vocalista recorre todo el escenario, entregándose por completo al baile que es guiado por la acelerada melodía, y generando al fin, esa sensación de complicidad con sus seguidores.  Una cerrada ovación retumba en todo el teatro y todos los músicos se desploman en el escenario, a excepción del baterista que se mantiene sentado frente a su instrumento, el cual no dura mucho de pie, ya que es el mismo Weiland quien se encarga de desparramarlo por el suelo. “Muchas gracias, buenas noches” son las últimas palabras del carismático frontman antes de retirarse de escena en medio de un mar de aplausos, lo que inevitablemente despierta la interrogante del porqué solo las dos últimas canciones estuvieron a la altura de las circunstancias.

Durante 90 minutos la voz de Scott Weiland resonó en cada rincón del Teatro La Cúpula, quizás no con la misma vitalidad y claridad de hace 20 años, pero sin con la fuerza y convicción de un sobreviviente, una figura que perfectamente nos podría haber abandonado a la mitad del camino repleto de vicios que ofrece la fama, pero que optó por luchar y superar barreras que a muchos otros han frenado. El frontman ofreció un setlist mixto, con una mayor presencia de los éxitos de su etapa con Stone Temple Pilots y en menor medida de su carrera como solista. Es probable que no todos los fanáticos hayan quedado conformes con la selección de las canciones, lo que resulta bastante lógico cuando se tienen tantos buenos cortes desde donde echar mano y un tiempo tan acotado para presentarlos.
 
Lo que a priori se visualizaba como uno de los buenos shows de este 2012 no logró cumplir con las expectativas, fenómeno que tiene su explicación en dos grandes factores: primero, los fanáticos no respondieron a la convocatoria, ofreciendo un marco de público muy por debajo de lo que se merece un artista de la talla de Scott Weiland, y segundo, la baja calidad del espectáculo, con un protagonista evidenciando serios problemas vocales, y una banda que durante largos pasajes del concierto no logró entrar en sintonía con el frontman y mucho menos con el público, funcionando de forma autónoma y no en beneficio de la presentación. Al momento de realizar el análisis final del concierto, lo más probable es que la opinión generalizada sea de insatisfacción, no tanto por la selección de los temas, sino por la poca energía y casi nula emotividad que se generó en el Teatro La Cúpula. Que tiempos aquellos cuando solo bastaba un nombre y un par de éxitos para echarse el público al bolsillo, pero los tiempos han cambiado, y ahora también es necesario ratificar los pergaminos, algo que esta noche no se hizo…será para la próxima Scott.

Setlist

1. Intro (Opening Jam)
2. Crackerman
3. Paralysis
4. Killing Me Sweetly
5. Tumble In The Rough
6. Mockingbird Girl
7. Lounge Fly
8. First Kiss On Mars
9. Do It For The Kids
10. California
11. Mountain Song (cover de Jane's Addiction)
12. Can't Stand Me Now (cover de The Libertines)
13. Barbarella
14. Vasoline
15. Unglued

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